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PROYECTORAYUELA

EL NIÑO QUE NO QUERIA DAR BESOS

EL NIÑO QUE NO QUERIA DAR BESOS

Esta historia es una historia cariñosa, triste pero cariñosa. Trato de deciros con ella que no debemos privar a nuestros seres queridos, ya sean amigos o familiares, de algo tan sencillo pero tan valioso como un simple beso.Antes de que Miguel

cumpliera los siete años, ya había dejado de dar unos mil quinientos besos, no sólo no los daba si no que rechazaba que se los dieran.

Los más frustrados eran los que no llegaban a las mejillas de los abuelos. Si la casualidad hacía de las suyas, quizás alguna vez, algún extraviado beso aprovechaba un descuido de Miguel para posarse en su pequeño rostro, al instante el niño se irritaba, subía con rapidez su mano para limpiar con saña ese gesto de cariño que él tanto despreciaba. Miguel creció y su mundo también lo hacía, su piel sentía y sufría día a día esa carencia.

En una esquina de su corazón esos besos que no recibía se iban amontonando, se sentaban como esperando una oportunidad, con el tiempo se marchitaban, algunos, los más viejos, no vivirían tanto para que Miguel un buen día los pudiera recuperar. Muchas veces un pequeño aviso de tristeza lastimaba su corazón, era como un grito que sentía desde el interior.

Un pinchazo, y otro, y otro. La soledad se instaló en el rostro de Miguel. La adolescencia, la madurez y cuando se dio cuenta, las velas de cumpleaños ya no cabían en las tartas de cumpleaños.

Llegó a la vejez. Una noche de luna llena, una sensación lo despertó, se levantó y, cogiendo el bastón que apoyaba en la esquina de su mesilla, se acercó a la ventana, miró a la luna y su cuerpo sin más se desintegró, tan solo el ruido del bastón al estrellarse contra el suelo de madera fue lo que en la habitación quedó, y en una esquina, a punto de estallar, su corazón.

Minutos más tarde, mil chispitas volaron por la habitación, cada una de un color, una de la abuela otra de una canción, todas de los mil besos que no pudieron cumplir su misión.

Se marcharon por la ventana en busca de quién los dio, encontraron a su madre, a su padre y a muchos, pues cientos son, y toda su gente en ese momento sintieron lo que yo, la que escribe: un pequeño golpe, una caricia, una inyección de besos en los labios y directos al corazón.

Fin

 
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El niño que no quería dar besos.
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