Josef Skvorecky
Ayer, la escritora y actriz Zdena Salivarova confirmó ante la agencia de noticias checa CTK un triste dato que no sólo la afectó a ella sino que también vistió de luto a toda la comunidad literaria: su esposo, el autor y editor checo Josef Skvorecky, había fallecido en Toronto.
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El saxofón bajo (fragmento)
" Yo estaba en una edad en la que no se piensa en la muerte. Me acerqué al saxofón bajo otra vez. La parte principal del cuerpo dormía sobre la izquierda, sumergido en su ostentosa cama. Junto a él estaban las otras partes: el largo tubo de metal con grandes válvulas para los tonos más profundos, la palanca arqueada y el pequeño plato cubierto de piel en la válvula octava, el final cónico con la grandiosa boquilla. Me atraían de igual manera como los menesteres de una misa atraen a un novicio. Me incliné y levanté el cuerpo de su majestuoso lecho. Después la segunda parte; los hermané, y abracé el cuerpo con dedos gentiles, el digital de modo natural, mi dedo meñique en la costilla G plana, las válvulas del trueno profundo bajo los dedos de mi mano derecha; moví mis dedos; el mecanismo se estremeció placenteramente; presioné una válvula después de la otra, desde la B hasta la C y después de la B plana a la B con mi dedo pequeño, y en los inmensos espacios vacíos del saxofón bajo el eco burbujeante de pequeñas caricias de piel sonó, descendiendo la escala, como un pequeño pie -huellas del cura de un minuto en un santuario de metal, o el golpe de pequeños tambores en marcos de latón, un telegrama misterioso y pequeños tim-toms; no podía resistirlo, me acerqué a la boquilla, la inserté, y abrí la tapa del pequeño compartimento en la esquina del cofre; ahí estaban, un manojo de grandes lengüetas, como las palas que los panaderos usan para sacar la hogaza del horno; coloqué una de las lengüetas en el sujetador, enderecé el filo, y colocando la boquilla en mi boca, humedecí la lengüeta. No toqué. Sólo me quedé ahí con la boquilla en mis labios, mis dedos se esparcieron y abrazando el inmenso cuerpo del saxofón, mis ojos se nublaron; presioné las grandes válvulas. Un saxofón bajo.
Nunca antes había tenido uno en mis manos; sentí como si estuviera abrazando a una amante (la hija de Domanin, aquella misteriosa azucena entre acuarios, o Irene, a quien ya no le importaba; en realidad no podría haber estado más contento si hubiese estado abrazando a Irene, o aún aquella chica del pescado y la luna). Me quedé ahí un poco deprimido, me miré a mi mismo en el espejo de la mesa del probador, jorobado con el saxofón bajo descansando la curva de su cuerpo en la alfombra, inmerso en un mar de partículas relucientes, la luz irreal de un mito grotesco, como un género pintado, aunque ciertamente no existe una pintura así: Hombre joven con un saxofón bajo. Sí, joven con guitarra, joven con pipa, joven con jarra, sí, joven con cualquier cosa, pero no con saxofón bajo en una alfombra usada, joven en neblina dorada del sol de la tarde sumergiéndose en cortinas musulmanas, con un silencioso saxofón bajo, el guardarropa rococó tipo Disney en el fondo, y un hombre con su barbilla sobresaliendo de la almohada como un cuerpo. Sólo un joven con su saxofón bajo y un hombre durmiendo. Absurdo. Sin embargo, es así como estaba. Exhalé ligeramente. Un poco más fuerte. Sentí la lengüeta temblar. Soplé en la boquilla, deslizando mis dedos hacia abajo en las válvulas; lo que emergió fue un sonido cruel, hermoso e infinitamente triste. "
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