El Patito Feo
Uno de los cuentos de mi niñez....que bellos los cuentos con final feliz!!!
En un verano muy caluroso, por el puente viejo del arroyo, aparecieron unas cuantas parejas de patos. Al poco tiempo, Doña Tota y sus amigas tenían en sus nidadas, un buen montón de huevos para empollar.
Doña Tota Pata era famosa por ser siempre la madre de los más bellos patitos. Esperaba ese año repetir la historia y continuar su fama de bella madre de hijos bellos.
Uno a uno fueron naciendo entonces entre el pajonal que cobijaba los huevos seis preciosos patitos. Los repollitos de agua los rodearon admirados y las garzas, los biguás y los patos silbones se fueron hasta la plaza del pueblo a contarles la buena noticia a las cotorras de las palmeras, esas chismosas que todo lo desparramaban por ahí…
De repente, todos los amigos de Doña Tota Pata y ella misma percibieron que un séptimo huevo estaba todavía sin romperse… ¡Qué espanto lo que ocurrió! De él salió el patito más feo que alguien pudiese imaginar.
Un pato gris, descolorido y con cara de infeliz! Peor todavía cuando intentó caminar. ¡Parecía una modelo que usaba tacos altos tres números más chicos! Doña Tota Pata se moría de vergüenza ¿Cómo saldría del nido a pasear con sus hijos? ¿Y si le sacaban una foto y salía en el semanario? ¡El mundo entero se reiría de ella a carcajadas! Ni qué pensar de andar por la orilla del agua un domingo con turistas…
¡Qué bochorno! Mucho peor se sentía el patito al darse cuenta de que allí no era bien recibido. Para colmo, a medida de que pasaron los días y fue creciendo, la situación empeoró: era más feo y flacuchento que nunca.
Los vecinos se preguntaban:
-¿Qué pasó acá , qué pasó acá, será pato, será chajá? O más cruel todavía:
-¡Apaguen la luz, apaguen la luz, lo que viene no es pato tampoco ñandú!
Ninguno de sus hermanos quería jugar con el patito gris y descolorido y con cara de infeliz. Tampoco acompañarlo. Sólo se compadecían de él las ranitas cantoras de los juncales, pero la tristeza no le dejaba verlas…
Harto de esta situación decidió escaparse y en una noche de luna, escondido detrás del bote de unos pescadores se marchó para siempre del lugar. Cruzó por debajo del puente roto, cruzó por debajo del puente nuevo, caminó un poco hacia el lado del camino viejo y se arrimó hasta el gallinero de una mujer que andaba buscando un pato para cocinarlo a la naranja. ¡Corriendo se fue de allí!
Iba llegando el frío del otoño. El patito gris, descolorido y con cara de infeliz debió buscar refugio. Tenía miedo de que algún cazador le tirase con su escopeta y se metió entre unos talas, tiritando y casi muerto de hambre…Hasta ese rincón llegaron las ranitas verdes del juncal, llevándole unos panqueques de gusanitos un día y una torta de maíz otro, hasta que el otoño y el invierno pasaron…
Una hermosa mañana de primavera el patito gris, descolorido y con cara de infeliz, resolvió asomarse al arroyo. Tenía ganas de nadar un poco. El día era espléndido y el sol lo acariciaba como si fuese un poncho suave y calentito.
Al mismo tiempo que se metía en el agua, vio que hacia él venían nadando unos animales hermosísimos. Eran los blancos cisnes de cuello negro que vivían por ahí desde hacía muchísimo tiempo. El patito gris, descolorido y con cara de infeliz se intranquilizó al recordar cómo había sido tratado antes, pero vio con asombro que los cisnes lo saludaban con mucha amabilidad.
¡No podía creer lo que oía y veía! Se inclinó para responderles y al verse en el agua, casi se desmayó: ¿Era él también un hermoso cisne de cuello negro?
-¡¡¡¡¡¡¡¡Sí!!!!!!!! Le respondieron las ranitas verdes a coro con los otros cisnes. Y todos muy contentos se fueron a hacer un picnic del Día de la Primavera donde no faltaron panqueques de gusanitos, torta de maíz, mates dulces y música…porque juntos cantaron: Te esperaba que llegaras, te esperaba primavera, pues sabía que traerías para mí gran alegría…
Fin
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