Soneto triste
de Marcelo Galliano
Seremos en un rato ya dos desconocidos,
nos paseará el olvido por su amargo sitial
y quedarán los sueños tal vez desvanecidos
como un hombre sediento tendido en un brocal.
No nos darán señales los más nobles espejos
(ni el metal, ni los vidrios, ni las aguas de ayer),
y cada uno del otro se machará bien lejos
y hasta la misma lluvia parecerá doler.
Pero luego de un tiempo los relojes cansados
ya no darán las horas de los enamorados,
de este fuego tan mutuo que sin luz se extinguió
Y quizá una campana nos duela en cada pecho
llenando los silencios del ya desierto lecho,
doblando por la suerte de lo que se murió.
como un hombre sediento tendido en un brocal.
No nos darán señales los más nobles espejos
(ni el metal, ni los vidrios, ni las aguas de ayer),
y cada uno del otro se machará bien lejos
y hasta la misma lluvia parecerá doler.
Pero luego de un tiempo los relojes cansados
ya no darán las horas de los enamorados,
de este fuego tan mutuo que sin luz se extinguió
Y quizá una campana nos duela en cada pecho
llenando los silencios del ya desierto lecho,
doblando por la suerte de lo que se murió.
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