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PROYECTORAYUELA

SOLO PARA RECORDAR A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

SOLO PARA RECORDAR A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

 

     Un 23 de diciembre (1881) vino a la vida uno de los escritores más fecundos del siglo XX español. Se puede decir que su infancia y adolescencia es la de una persona “normal” de la época. Cursa sus estudios de primaria y bachillerato. Intenta ser pintor hasta que descubre que esa no es su vocación; trata de ser abogado por imposición de su padre. En 1900 publica sus dos primeras obras, Ninfeas y Almas de violeta, a la vez que sufre la ruina de la familia tras la muerte de su padre, lo cual -quizás- agudizó su carácter hiperestésico y neurótico.

     Su vida transcurrió entre viajes, amoríos y una abundante producción poética que lo llevo a ser catalogado como uno de los escritores sobresalientes de la Generación del 27. Fue además un traductor hábil de Romain Rolland y Rabindranath Tagore. Pero indudablemente todos lo recordamos por su inefable Platero y Yo.

     Sin embargo, la obra poética de Jiménez es muy extensa y variada. Tanto que ha dado para que se distingan varios períodos en su producción.

     La etapa sensitiva (1898-1916)

     Esta etapa se subdivide a su vez en dos sub-etapas; la primera abarca hasta 1908; la segunda, hasta 1916. La primera está marcada por la influencia de Bécquer, el simbolismo y un modernismo de formas tenues, rima asonante, verso de arte menor y música íntima. En ella predominan las descripciones del paisaje como reflejo del alma del poeta, un paisaje que no es natural ni fruto de paseos como el de Machado, sino sometido al estatismo de un jardín interior, al intimismo de un orden. Predominan los sentimientos vagos, la melancolía, la música y el color desvaído, los recuerdos y ensueños amorosos. Se trata de una poesía emotiva y sentimental donde se trasluce la sensibilidad del poeta a través de una estructura formal perfecta. Pertenecen a esta etapa «Rimas» (1902) –título redundante de las bécquerianas–, «Arias tristes» (1903), «Jardines lejanos» (1904), «Elegías» (1907).

     La segunda época se vierte en la forma del arte mayor (endecasílabos y alejandrinos), la rima consonante, el estrofismo clásico (sonetos, serventesios); denota una mayor impronta modernista, del simbolismo francés (Charles Baudelaire, Paul Verlaine) y del decadentismo anglofrancés (Walter Pater, fundamentalmente).

(Tomado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Ram%C3%B3n_Jim%C3%A9nez )

     La etapa intelectual (1916-1936)

     Se produce un hecho fundamental: el descubrimiento del mar como motivo trascendente. El mar simboliza la vida, la soledad, el gozo, el eterno tiempo presente. Se inicia asimismo una evolución espiritual que lo lleva a buscar la trascendencia.

     En su deseo de salvarse ante la muerte, se esforzó por alcanzar la eternidad, y eso solo pudo conseguirlo a través de la belleza y la depuración poética. Suprimió, pues, toda la musicalidad, los argumentos poéticos, la aparatosidad externa y ornamental anterior para adentrarse en lo profundo, en lo bello, en lo puro, en lo esencial: la poesía interior, de la cual el poema es apenas un residuo. De esta época destacan «Diario de un poeta recién casado» (1916), «Primera antología poética», (1917), «Eternidades» (1918), «Piedra y cielo» (1919), «Poesía» (1917-23) y «Belleza» (1917-23).

     Con «Estío» (1916) tantea el uso del verso libre y por fin lo inserta en la literatura hispánica. Se trata de una poesía sin anécdota, sin los «ropajes del Modernismo», una poesía estilizada y depurada, donde el poeta admira todo lo que contempla. Escribe enteramente en verso libre y sin rima en español: junto con León Felipe, introduce esta nueva forma métrica en la poesía española. En el «Diario», Juan Ramón experimenta con los temas y las formas, y abre una nueva corriente poética, que será explotada por algunos miembros de la Generación del 27.

     En «Piedra y cielo» (1919) el tema central es ya la creación poética: la poesía como actividad, el poema como objeto artístico y el poeta como dios-creador de un universo nuevo. Se abre así una nueva línea temática que Juan Ramón Jiménez ya no abandonará: la búsqueda de la sublimación poética y la intensificación creativa de una poesía pura, esquemática.

     La etapa suficiente o verdadera (1937-1958)

     Pertenece a la etapa suficiente o verdadera todo lo escrito durante su exilio americano. Juan Ramón Jiménez continúa replegado en sí mismo en busca de la belleza y la perfección, aunque no tanto como para no preparar un amplio libro en favor de la República española, Guerra en España, que nunca pudo ver publicado. Su ansia por la trascendencia lo lleva a una cierta mística e identificarse con Dios y la belleza en uno en lo que llama en 1954 "religión por la conciencia". Su lengua poética se transforma en una especie de idiolecto poblado de múltiples neologismos (ultratierra, deseante...). Tras un período de relativo silencio, publica «Animal de fondo» (1949), «Tercera antología poética» (1957), «En el otro costado» (1936-42) y «Dios deseado y deseante» (1948-49).

     COLOFÓN O POST-DATA

Por influencia del texto «Piedra y Cielo» se originó en Colombia un movimiento conocido como Piedracielismo. «Piedra y cielo o piedracielismo fue un movimiento de la manifestación colombiana. Con el nombre de ratas y cobra, que evoca un libro de Juan Ramón Jiménez, se publicaron unos cuadernos de poesía, dirigidos por el poeta Jorge Rojas (1911-1995), los que empezaron a colaborar quienes más tarde integrarían el piedracielismo. Su promotor, Eduardo Carranza (1912-1985), enfrentado al parnasianismo imperante de Guillermo Valencia, se lanzó pluma en ristre contra el maestro, en un texto titulado Bardolatría,1​ y creó un nuevo entusiasmo lírico nacional con imágenes tan sorprendentes como «el arroyuelo azul en la cabeza» de la musa inspiradora de su más declamado soneto «Teresa». Esta época fue muy importante ya que revolucionó la poesía colombiana.» 

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