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PROYECTORAYUELA

Café Versalles

"Al lado derecho del Coltejer está el Pasaje Junín, famoso por su actividad comercial y de recreo, un lugar célebre en el centro por la cantidad de posibilidades que ofrece a los que lo frecuentan, no es gratuito que posea un término propio para visitarlo: “vamos a juniniar”. Uno de los sitios que se encuentran en el Pasaje Junín es el Café Versalles, el cual en sus 45 años de existencia, se convirtió en uno de los restaurantes más tradicionales de Medellín.Pero, ¿por qué comida típica argentina y no colombiana? Por la sencilla razón de que el fundador y dueño del Café Versalles es un argentino llamado Leonardo Nieto, quien llegó de su país a Medellín en busca de nuevos horizontes, razón por la cual fundó su café – restaurante en 1961 en el Pasaje Junín entre la Avenida La Playa y la Calle Caracas, allí en el mismo sitio donde hoy funciona y se prepara para cumplir sus 45 años de existencia.Don Leonardo también decidió ponerle el nombre de una ciudad a su negocio, Versalles, solo que en este caso no sé si se trata del pueblo vallecaucano situado a escasos kilómetros del Océano Pacífico o de la localidad del norte de Francia donde se firmó el acuerdo de paz que concluyó con la Primera Guerra Mundial, conocido como Tratado de Versalles.Versalles es como una cajita de madera compuesta por dos pisos, las columnas, las mesas, el contorno del techo y un inmenso zócalo de este material así lo hacen parecer. Cuando uno está adentro parece que se transportara a los años 60. Todavía conserva las 53 mesas de madera y cerámica que Don Leonardo compró cuando inauguró su local. En Versalles, el cliente puede escoger entre dos ambientes para disfrutar de los beneficios del lugar: agitación en el primer piso o tranquilidad en el segundo. Bien lo describe Reinaldo Spitalleta en el reportaje que escribió en El Colombiano sobre el café - restaurante, “el salón cuenta con dos ambientes en cada uno de sus pisos: en el primero, hay más movimiento y soltura. En el segundo se nota la calidez y la tranquilidad, propia de los espacios caseros como la sala o el estar”. Y así es, Versalles fue sede de movimientos políticos, filosóficos, artísticos y sobre todo, literarios, por ser un lugar propicio para debates y tertulias. Entre los más famosos se encuentra el de los nadaístas, allí se reunían día tras día a exponer su pensamiento, discutirlo con los conservadores más radicales y a realizar críticas sobre diversas obras literarias.El nadaísmo fue un movimiento literario que existió en Medellín en el siglo pasado. Encabezados por Gonzalo Arango, se oponían a los principios culturales y religiosos que regían la sociedad colombiana. Su literatura era de alta vanguardia, combinando la estética con el humor y la mística, con contenidos destructivos pero creadores al mismo tiempo. Este grupo no tenía un objetivo concreto de cambiar la sociedad, ya que partía del hecho de que el sistema no puede destruirse. Por lo tanto, la acción de cambio era la finalidad en sí. Basaban su estrategia de lucha en provocar a la burguesía profanando las instituciones y las creencias, culturales y religiosas, ancestrales y contemporáneas.Nadaístas como Gonzalo Arango, Eduardo Escobar, Fernando González, Fanny Buitrago, entre otros, acogieron al Salón Versalles como su sede y dejaron marcada su huella de rebelión y protesta contra el sistema político, económico y religioso imperante en el país. Como el nombre lo indica, el origen y el fin del grupo era ese: la nada.Otro de los escritores de renombre que pasó por el salón fue Manuel Mejía Vallejo, pero no solo iba allí a degustar sus pasteles y bebidas o a participar de un interesante debate, el novelista paisa acogió al Versalles como el sitio propicio para escribir una de sus obras cumbres: La Casa de las Dos Palmas. En el segundo piso, sobre la mesa que Manuel Mejía frecuentaba, hay un cuadro con su rostro que lo muestra meditabundo tras el humo de un cigarrillo, ansioso por continuar en la redacción de su libro.Otro gran valor que encierra el Café Versalles es que se convirtió en un referente cultural. Era aquella época del dorado del Paseo La Playa, colmada de artistas, dramaturgos y bohemios, donde confluían a sus alrededores magníficos teatros que construyeron la vida artística de la ciudad, tales como el Maria Victoria, El Cid, el Teatro Junín, el Pablo Tobón Uribe, entre otros.Pero aquella premura y agite del centro no se vivían cuando Medellín era solo una aldea, conocida como Villa de la Candelaria, ni mucho menos cuando los indios aburraes habitaban en este valle, todas estas condiciones se fueron dando en el siglo pasado, cuando la ciudad estalló en una gran metrópoli de modernismo y progreso con la llegada de las industrias. El Café Versalles también rinde un homenaje a aquellos indios aburraes que habitaron en este valle y al resto de nuestra descendencia indígena, a través de dos inmensos murales pintados desde la misma fundación del lugar, que destacan la cultura de aquellos hombres que valoraban más a fondo las posibilidades y bellezas que la naturaleza ofrece.“Versalles es un centro intelectual donde aprendimos a comer a lo europeo. Un punto de referencia que hace parte de la cultura”. Es así como describe “memo” Ángel al salón. Y es que no es difícil afirmar que Versalles es un centro en el centro de Medellín, un punto de encuentro para escritores, músicos, deportistas, políticos e intelectuales. Por todas estas razones, Don Leonardo Nieto recibió distinciones de todo tipo por su larga labor cultural y gastronómica.El Café Versalles creció casi a la par con el Salón Málaga, conservando ambos, casi en medio siglo, esos recuerdos de una Medellín alegre, artística y bohemia, que veía a su centro como el principal motor de atracción de la población y el lugar que cada habitante no debía dejar de visitar".

 Extraído de Ruta Deportiva  

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